Llega un ardiente papel
de quien sin razón te quejas,
a ti con furia cruel,
encendido por mis quejas
que van escritas en él.
Y sin hallar embarazos,
haciéndose mil pedazos
para causarte fatigas,
entra a quemar de tus ligas
los bien concertados lazos.

Tú con valor soberano,
abrasado y diligente,
quieres con brío lozano
apagar tu fuego ardiente
con la nieve de tu mano.
Y de suerte te suspendes
cuando en apagallo entiendes,
que mostrando sin aviso
pedazos de paraíso,
matas uno y mil enciendes.

Ha querido el niño ciego
que este fuego te encendiese,
movido de un blanco ruego,
porque saber se pudiese
si puede contigo el fuego.
Y desto vine a entender
que es muy pequeño el poder
deste dios astuto y vano,
pues pudo hacer una mano,
lo que un dios no pudo hacer.

No encendió tu pecho fiel,
y para crecer mis males
ordena el hado cruel,
que puedan fuerzas mortales
lo que no pueden las dél.
Pero pon al rigor tasa,
verás lo que en ti pasa
y por el punto a que llego,
qué hará un pecho que es de fuego
cuando tu hielo le abrasa.

Pero mientras se dilata
el servirte, me destruyo;
déjame llegar, ingrata,
a matar el fuego tuyo,
aunque tu hielo me mata.
Concédeme estos despojos
por premio de mis enojos,
deja que pueda miralle,
que yo ofrezco de apagalle
con el agua de mis ojos.

Déjame valerte aquí,
pero en vano es el rogarte
porque yo entiendo de ti
que dejarás abrasarte
por no valerte de mí.
Y débeslo de acertar,
que no pudieran bastar
mis ojos para valerte,
pues con la gloria de verte
se olvidaran de llorar.

De aquí miro las centellas
que del fuego riguroso
iban a partes tan bellas,
y de su gloria envidioso
quisiera ser una dellas.
Amor la guerra te hacía,
que ruegos del alma mía
por conquistar tu belleza,
con fuegos la fortaleza
de tu pecho combatía.

El es quien esto procura,
que fuera hecho inhumano
poner fuego sin cordura
una sacrílega mano
al templo de tu hermosura.
Amor tu contrario fue,
y como entiendo mi fe,
por fuego se vino a mí,
y después que lo encendí,
con suspiros lo aticé.

Este fuego se encendió
del fuego en que me consumo,
y a tanto mi mal llegó,
que he tenido invidia al humo
que deste fuego salió.
Porque él saliendo de allí,
subió trepando por ti,
y pues esto pudo ser,
el humo quisiera ser
del fuego que yo encendí.