El término 'chirrión' puede proceder tanto del carro de ruedas rechinantes, como del látigo del mayoral. En esta fantasía de Azorín, el genio realiza una descripción, entre cómica y lírica, del ambiente de los políticos de la Restauración; explica a la perfección la fórmula del 'turnismo', por la que se suceden pacíficamente en el poder los políticos de uno u otro partido. El coste de este turnismo es el nepotismo, el pasteleo y la corrupción, lo que hace un siglo se llamaba dramáticamente "oligarquía y caciquismo".

Aparte de su belleza literaria, la sátira de Azorín es útil como documento, pues da a entender el papel que tuvieron los intelectuales de la generación del 98 (término acuñado por el literato alicantino) en la traición al régimen parlamentario; precisamente, en el momento en que se escribe esta obra, fenecía la fórmula de la Restauración. Los métodos y el lenguaje sumamente retorcido de los políticos, anticuado e hipócrita, chocan contra el nuevo estilo, límpido y vanguardista, de los intelectuales del 98 y sus sucesores. 

A diferencia de la situación actual, en la que carecemos de una clase intelectual que critique con gracia a los políticos; al contrario, lo que se llama lenguaje 'politiqués' ha contagiado igualmente a los "intelectuales".