El 23 de febrero de 1892 se estrenaba en el Teatro Apolo de Madrid, la zarzuela cómica en un acto "Los aparecidos", en colaboración con el escritor burgalés Celso Lucio, con música del compositor murciano Manuel Fernández Caballero.

Es la noche de difuntos, y en un pueblo un tanto bruto, comienza a sonar la campana de la iglesia, llamando a todos los habitantes; una vez reunidos, el alcalde les cuenta que a uno de los vecinos, el Tío Perico, se le ha aparecido cerca del cementerio el alma del Tío Lechuza, el usurero del pueblo, fallecido ocho días antes.

El temor se extiende rápidamente por la población, por lo que el alcade decide llamar al Tío Moro, que al ser ateo, no cree en aparecidos. Mientras tanto, el sacristán del pueblo, Críspulo, decide aprovechar que todos se han escondido en sus casas para hacer una visita a su novia, Rosa, sin que los padres de ella lo sepan.

Al rato llega el pueblo un actor, vestido con el traje de estatua del comendador Ulloa de "Don Juan Tenorio", pues acaba de llegar de una representación de esta obra, que ha terminado en desastre; él es el "espíritu" observado por el Tío Perico, y  no se explica el porqué todo el pueblo le tiene miedo.