Valencia, ciudad emporio
de la Edeta encantadora,
flor de las flores señora,
de hermosura sin rival;

delicioso panorama
donde el pintor se extasía,
y la dulce poesía
halla fecundo raudal.

Reina de las gayas flores,
goza eterna primavera
junto al mar, en donde impera,
bajo un cielo siempre azul;
tiene alfombra de esmeraldas,
cabe su frente topacios,
y guarda en ricos palacios
niñas cual tiene Stambul.

Orna la franja preciosa
de su manto de escarlata
la nivea y flotante plata
del manso Guadalaviar;
y formando mil contornos
de caprichosa figura,
se confunde en la llanura
con las perlas de la mar.

De los jardines de Iberia,
con su brisa perfumada,
es la joya más llorada
de los bravos de Zaén;
es la cautiva hechicera
que en sus cármenes de flores
guarda todavía amores
de los hijos del harén.

Cien gallardos minaretes
de vistosa pedrería,
forman la bella ataujía
de su corona real;
y el soberbio Miguelete,
como céntrico diamante,
ostenta la cruz brillante
de este adorno sin igual.

Su fantástica arboleda

entre celajes de grana;

su linda faz de sultana,

su aspecto fascinador;

la música de sus fuentes,

el candor de sus hermosas

y el perfume de las rosas,

todo convida al amor.

Cuna de insignes prelados,

reyes, sabios y pintores,

guerreros y trovadores,

es mi patria a la verdad:

de mártires que regaron

con su sangre el patrio suelo,

y hoy habitan en el cielo

de eterna santidad.

Del comercio y las artes

es florón de ricas galas,

y afanosa, con sus alas,

las esparce por doquier;

y la antorcha del progreso

ilumina ya su frente

en el imperio naciente

de cultura y de saber.

Y es, en fin, vergel dichoso

do(nde) nacen niñas tan bellas,

que el sol reparte con ellas

su mirada y su calor;

y su tierra bendecida

tal privilegio atesora,

que da al mundo cada autora

un poeta y una flor.