Aunque triste carpintero,
no sabes pisar las tablas,
y eres tan vulgar en todo
que hasta García te llamas.

Tu repertorio es bastísimo,
igual que indumentaria.
¿Tienes que hacer un notario?
Pues ya se sabe, las gafas.
¿Hay un papel de banquero?
Lentes y patillas canas.
¿Representas un poeta?
Pues las melenas muy largas.

¿Es el tipo de un cesante?
Muy raída y abrochada
la levita, sin camisa,
y al cuello vieja bufanda.
Eso en las comedias haces.
¡Pero, Dios mío en los dramas!

Te vi un Don Pedro el Cruel
representar en Pedralba,
con una cara feroz
y unos pelos y unas barbas,
que aquel rey barbilampiño
renegaba de su casta.
Y estuviste tan cruel
que hasta el alcalde lloraba.

¿Pues, y en el Guzmán el Bueno?
Nunca olvidaré aquel drama.
Creaste un tipo en Guzmán,
y era de tan buena pasta
que en la escena del torreón
en vez de arrojar el arma,
les entregaste a los moros
la guarnición y la plaza.

Tan sólo estás admirable
y mereces muchas palmas,
cuando al final de una obra
dices aquellas palabras
de "Aquí terminó el sainete,
dispensad sus muchas faltas".